Entendemos por instinto una conducta no aprendida, común a todos los individuos de una misma especie, que se activa automáticamente ante estímulos muy simples (señales), el movimiento de un objeto o presa, un color, un sonido…Los instintos o conductas instintivas están formadas por un conjunto de impulsos innatos. En el instinto de caza confluyen varios impulsos de origen instintivo: el impulso a la búsqueda para localizar la presa, el impulso al movimiento de la presa para perseguirla, el propio impulso de presa para agarrarla y darle muerte, y finalmente el impulso al cobro para portarla y llevársela a comer a un lugar seguro.

El acto de reconocimiento del sexo de forma visual (estímulo señal) de muchas aves y peces machos, y su forma de reaccionar agresivamente contra otros machos rivales por sus señales distintivas, es un ejemplo muy claro de una conducta instintiva. Experimentos realizados indicaron que si se camuflan dichas señales distintivas en machos rivales desaparece la agresividad entre ellos y si se marca a las hembras con dichas señales, aparecía la agresividad de los machos contra ellas.
En el perro el olor de la testosterona condiciona a un macho a comportarse de forma diferente que si huele a estrógenos o no huele a testosterona, como en los machos castrados. No cabe por tanto preguntarse ¿cómo lo sabe? ni decir ¡qué inteligente!, simplemente debemos saber que dichos comportamientos vienen instaurados en el genoma del individuo y no necesitaron ser aprendidos. Pero no todas las conductas instintivas presentan la misma fuerza o intensidad. El desarrollo ambiental de los impulsos instintivos y el adiestramiento y educación recibida condicionan el desarrollo de los instintos. Por ejemplo un ejemplar tipo Bull desarrollará una fuerza mayor de su impulso de presa si desde cachorro se estimula positivamente dicho impulso con mordedores.

Los factores que influyen en la fuerza de una conducta instintiva son:

La motivación y el aliciente a conseguir un objetivo. El hambre puede condicionar la fuerza del instinto de caza, a mucha hambre más fuerza instintiva. Un ejemplo claro es la casi ausencia de instinto de caza de ratones en los gatos bien alimentados. La amenaza es el desencadenante del instinto de defensa o del de huida. Los niveles químicos hormonales de cada individuo pueden provocar que una conducta instintiva se fortalezca. Por ejemplo, un perro con altos niveles de testosterona podrá desarrollar un mayor instinto jerárquico y probablemente activará antes su impulso de lucha o combate. El factor dominancia esta muy unido a los niveles químicos de esta neurotransmisor tanto en el macho como en las hembras («machorras»).

Por lo tanto, la genética recibida de los padres hace que determinados instintos estén más desarrollados, o sean más visibles, en unas líneas genéticas que en otras. El ambiente reforzará dichas aptitudes y de aquí surgirán ciertas actitudes que se verán a su vez reforzadas o no por la educación recibida.
Llegados a este punto,  la fuerza de la respuesta instintiva condicionará la modificación de conducta de un perro , ya que el terapeuta deberá elegir para el contra-condicionamiento estímulos que tengan siempre una fuerza o valor mayor que la propia fuerza instintiva de la conducta a modificar. Por esta razón, en ocasiones en la modificación del comportamiento , el uso de los refuerzos positivos resulta insuficiente de cara a la rehabilitación de determinados perros y conductas,  y nos vemos obligados al uso del reforzamiento negativo,  bien por escape, evitación o bajo la eficaz técnica del bloqueo y el doble positivo (Ne.Po.Po de Bart Bellon) para obtener así resultados fiables sin producir en el animal una emoción de miedo, como ocurría en el castigo tradicional.

Texto adaptado del libro » Técnicas de modificación de conducta canina» de Nacho Sierra
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